Llamada, y llamada otra vez

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Sister Camille D’Arienzo, R.S.M. (second from left) taking part in an Alzheimer’s Walk in 2011.
La hermana Camille D'Arienzo, R.S.M. (segunda desde la izquierda) participando en el Paseo de Alzheimer en 2011.
Unos meses antes de mi graduación de la preparatoria, me encontraba sentada en una estación de ferrocarril de Long Island esperando el tren que me regresaría a la Academia de Nuestra Señora de la Merced, el internado en que mi padre me había matriculado seis años antes, después de la muerte de mi madre. Estaba pensando en la noche anterior en la ciudad de Nueva York. Un pretendiente muy atento me había llevado al teatro y una noche emocionante por la ciudad. Todo era tan romántico. Más aún lo era la reciente invitación de una compañera de clase para ser su dama de honor en el verano después de la graduación.

Pero algo me estaba distrayendo: las puertas de vaivén que llevaban a la plataforma del tren. En una de ellas decía "Entrar", en la otra "No entrar". Exactamente mi dilema. Casi de18 años, yo estaba sopesando muchas opciones. Quería ser periodista, azafata y enfermera. A pesar de que estaba considerando las alegrías del matrimonio y la maternidad, también sentía una molesta atracción por convertirme en monja. Subyacente a esta mezcla confusa estaba mi admiración por las obras y las palabras de Jesús y el eco perturbador de una invitación que había oído mucho antes: "Ven, sígueme".

Poco sabía yo que mi decisión de entrar al convento me guiaría por una serie de puertas a mundos más allá de mi imaginación.

La primera puerta se abre
Aunque empecé a despejar los obstáculos necesarios, incluyendo la oposición de la familia y el asombro de las amistades, había uno que no podía superar: mi padre sufrió un ataque el mismo día de julio en que adquiría los zapatos negros de agujetas requeridos en la lista de las prendas que debía llevar. Me quedé en casa ese año, ayudando a cuidarlo y consolarlo lo mejor que pude. Comencé a participar en un grupo juvenil parroquial. Mi vida social empujó los pensamientos sobre el convento detrás de la puerta que una vez me había invitado a "entrar". Después, a la llegada de otro mes de julio, recibí una carta que me recordaba que había solicitado, y luego pospuesto, el proceso de ingreso a las Hermanas de la Misericordia. La carta insistía en que le debía a la Reverenda Madre la cortesía de mi decisión.

"¿Qué debo hacer?", gemí al Padre James J. Tuohy, el párroco que nos había involucrado a muchos de nosotros en las buenas obras y la buena diversión.

"Tiene que ser tu decisión", aconsejó. "Vamos a orar sobre ello durante tres días y luego hablar de nuevo".

Cuando nos reunimos, le dije que iba a entrar al convento el 8 de septiembre de 1951. "Eso es bueno", dijo, "porque si no lo haces, pasarás el resto de tu vida preguntándote si debiste hacerlo. Pero", añadió, “¡creo que estarás de vuelta en casa dentro seis meses!". Sesenta maravillosos años después, puedo informar que estaba equivocado.

Relaciones con los medios
Los orfanatos y las instituciones de cuidado para niños que mi comunidad operaba fueron lo que me atrajo de las Hermanas de la Misericordia. La primera puerta que se abrió para mí me llevó, en cambio, a las aulas de educación primaria. Me enamoré de la enseñanza y estaba cabizbaja cuando, después de 11 años, fui redirigida a la televisión educativa. La Diócesis de Brooklyn había adquirido un canal de televisión para la enseñanza directa, y sus superintendentes escolares había pedido a los superiores de las comunidades religiosas que donaran a uno de sus profesores para esta nueva empresa. Otros educadores y profesionales laicos de los medios se convirtieron en mentores y amigos. Fuimos pioneros de esta nueva empresa y nuestros días estaban llenos de desafíos y oportunidades.

Durante varios años allí, me enviaron al programa de verano de la Universidad de Michigan para una maestría en comunicaciones. En cuanto me gradué, la facultad de radio y televisión me animó a aceptar una beca para cursar un doctorado. Me resistí. No teníamos ese colegio en Brooklyn. El decano y dos profesores enviaron una carta conjunta a la Reverenda Madre insistiendo en que yo hiciera un doctorado. Ella aceptó, y otra puerta se abrió.

For many years Sister D’Arienzo has been religion commentator for WINS Radio  in New York.
Por muchos años la hermana D'Arienzo ha sido la comentarista sobre religión de WINS Radio
en Nueva York.
Para cuando celebraba mi jubileo de plata, el 25 aniversario de la toma de mis votos, yo estaba en la facultad en el departamento de televisión. Unos años antes, un amigo me había sugerido que investigara el papel de comentarista católico de 1010 WINS Radio, una emisora de radio de noticias que sirve al área metropolitana de Nueva York. Hice una audición, me entrevistaron y me contrataron. Hasta el momento de escribir este artículo sigo ofreciendo reflexiones semanales inspiradas en la fe sobre temas de interés periodístico. Tras una invitación del director de The Tablet, el periódico católico de la Diócesis de Brooklyn, una puerta al periodismo se había abierto, así como una carrera añorada que yo pensaba que estaba fuera de mis límites.

Madrastra y asistente de vuelo
En 1967 me convertí en una madre no oficial de un indigente de 16 años de edad, quien se acercó a mí mientras esperaba un autobús que traía a una amiga de visita desde el aeropuerto metropolitano de Detroit a Ann Arbor, donde yo estaba estudiando y enseñando. Michael había abandonado la escuela después de una crianza caótica. Cuando nos conocimos, él dormía en el suelo de una tienda de donas a cambio de la limpieza del local después de cerrar. Él quería que le ayudara a conseguir trabajo. Cuando llamó al día siguiente, lo invité a venir a mi habitación amueblada. Yo sólo había podido conseguirle un trabajo en un McDonald´s, pero le di la llave de su propia habitación al otro lado de la calle de la mía por la que yo había pagado el alquiler del primer mes. Así comenzó una amistad de por vida. Esa puerta inesperada me convirtió en la madre de un virtual huérfano; otro sueño más cumplido.

Las peregrinaciones a El Salvador y Nicaragua después de los asesinatos del arzobispo Oscar Romero y de las misioneras estadounidenses abrieron más puertas hacia la vida de las personas y las necesidades humanas. Y aunque nunca me convertí en una azafata, pasé un montón de tiempo por encima de las nubes. "Ven, sígueme" sonaba en muchas voces.

De la pena de muerte al amor por la vida
Yo estaba feliz en el mundo de la academia, la justicia social, la radiodifusión y el periodismo cuando me empujaron hacia una puerta que nunca quise abrir: el liderazgo en mi comunidad religiosa. Después de ser elegida presidenta regional en 1993, me jubilé como profesora emérita de mi ministerio en el Brooklyn College. Dos años más tarde fui elegida presidenta de la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas. Los límites de mi mundo continuaron expandiéndose.

Sister D’Arienzo in Colón, Panama in 1995.
La hermana D’Arienzo en Colón, Panamá en 1995.
A los pocos meses el candidato a gobernador George Pataki estaba haciendo campaña con la promesa de restaurar la pena capital para el estado de Nueva York. Reuní a un grupo de amigos, religiosos y laicos, para oponernos a ese movimiento. Formamos el Círculo Atesora la Vida. Nuestros esfuerzos atrajeron gran atención, y en diciembre de 1998, la Associated Press detalló nuestros esfuerzos en su medio internacional.

Una lectora de Oklahoma envió una copia a su primo, un hombre condenado a muerte en Allenwood, Pennsylvania. Él, a su vez, me envió una carta que abrió las puertas más inesperadas de mi vida. David Paul Hammer, anticipándose a una ejecución en enero, estaba buscando a alguien que fungiera como su asesor espiritual para las semanas restantes de su vida. Traté de encontrar un capellán en Pennsylvania para que lo visitara, pero fue en vano. Estaba demasiado cercana la Navidad. El 30 de diciembre de 1998, en compañía de un amigo sacerdote, hice el viaje de 300 kilómetros para conocer al hombre de quien me habían advertido era el "prisionero más peligroso en Allenwood".

Esa visita, más que casi cualquier otra, cambió mi vida y la suya. Después de un aplazamiento de la ejecución, David fue trasladado a Terre Haute, Indiana. Ahora como su consejera espiritual, lo visité allí, preguntando a las Hermanas de la Providencia en la cercana St. Mary-of-the-Woods, Indiana, si alguna estaría dispuesta a verlo con más frecuencia de la que mi tiempo y finanzas me permitirían que yo lo hiciera. Una extraordinaria hermana, la hermana Rita Clara Gerardot, se convirtió en su visita de cada dos semanas y su ministra espiritual oficial. Nos hicimos muy amigos. Cuando David pidió ser admitido a la fe católica en el año 2000, me pidió que fuera su madrina. Más de una década después, nos hemos enseñado el uno al otro acerca de nuestras realidades separadas, y del lugar y la presencia de un Dios de perdón en nuestras vidas.

De nuestra amistad y del ímpetu de llevar bondad al mundo surgieron sus tarjetas de Navidad de diseño, que en la década desde que empezamos a colaborar en este esfuerzo han recaudado más de $70,000 para ayudar a niños necesitados. David se ha convertido en amigo por correspondencia y mentor de los chicos de la Escuela Alfa en Kingston, Jamaica, en el Caribe. Esta institución, fundada por las Hermanas de la Misericordia hace más de 130 años, ofrece una formación académica y comercial para niños rescatados de las calles. Los ingresos de nuestras tarjetas de Navidad les han suministrado equipos y un insólito héroe, un hombre en el corredor de la muerte que les aconseja para hacer algo maravilloso de sí mismos.

Reingreso permitido
A la edad de 80 años, he caminado a través de las puertas que han cumplido casi todos los sueños que he tenido. "Si tuvieras un deseo por realizar, ¿cuál sería?", me preguntó un amigo. Mi respuesta: otra oportunidad de hacerlo todo de nuevo en compañía de mujeres jóvenes y entusiastas dispuestas a mirar detrás de las puertas cerradas.

Sister Camille D’Arienzo, R.S.M.La hermana Camille D’Arienzo, R.S.M. es una hermana de la Misericordia en Glendale, New York. Ella es escritora y oradora, así como la comentarista sénior de religión para 1010 WINS Radio. Ella contribuye con "Conversaciones con la hermana Camille", una columna quincenal para la edición en línea del National Catholic Reporter, que narra la vida y las preocupaciones de los católicos contemporáneos. El Círculo Atesora la Vida que ella fundó continúa trabajando para poner fin a la pena capital y consolar a las familias de las víctimas de asesinato.

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